The time of my life

El viernes por la noche volvió a haber un poquito de Steaua. Cenita al aire libre en el Hogar Extremeño (con sus chupitos gratis) risas en el otro lao (que no se como se llama) y acabando el desfase en Plataforma. Otra noche de esas "históricas", y hasta con algún amago cubista...
Como me falta gracia para contar las cosas, aquí está la crónica de Rubizqui
The music of my live
Previa. Cena extremeña -mucha cena, de hecho-. Medio centenar de canciones. Y entre medio risas, anécdotas, juegos extraños (Hia, Contré, Home!!) y una enorme dosis de complicidad que nos arrastró hasta cerca de las seis. Ese es el excelente balance de la última noche Steaua, primera de muchas del año y perfecto preludio para proyectos acomulados que pueblan de futuras machadas la cuenta atrás hacia el futuro.
La noche empezó con plantones masivos hacia el presi. Se había quedado a las siete, pero salvo Lorenz nadie apareció hasta el fin de la Happy Hour. Eso, unido a la ausencia de la Musa Flaherty, teñía de malos augurios la noche, despejados cuando las Amstel -esta vez le hicimos el salto a nuestra Estrella- empezaron a poblar nuestra mesa. Puesta al día de cotilleos, estreno de la nueva cámara de Cappa Lorenz -te echaremos de menos, vieja Leika- y debate sobre donde cenar. Pollo Rico perdió la votación por vez primera entre nosotros y buscamos Extremadura, puede que atraídos por el buen recuerdo que nos dejó el Centro Leonés en la cena de clase. La espera a Jose se amenizó con nuevas Amstel, más el bocata de Raiko, y su llegada trajo sin solución de continuidad la mayor carga de tapas que se recuerda. Vino potente y peleón para combatiar semejante ejército de fritangas y doble sesión de risas patrocinadas por Ser Lleida.
Cuando el ejército tapero de nuestro querido Hogar fue derrotado llegó el amigo de Rai, acompañado de una bolsa mágica de la que no paraban de salir Estrellas de manera inexplicable cual Doraemon cervecero.
El cartel de nuevos tiempos se fijó definitivamente cuando Chistu gritó completo, privándonos de nuestro habitual post-partido en compañia de su letal propietaria. Acogidos en nuestro nuevo refugio, nuevos juegos llenaron de risas las siguientes horas. El del del siete nos demostró nuestra desastrosa pericia numérica. Así, alcanzar 70 se convirtió en un hito imposible gracias, en parte, a mis permanentes boicots a la cifra mágica (nunca lo sabréis!). Lorenz cayó repetidamente en la trampa del 28, Vall·llo dirigía la desafinada orquestra que debía llevarnos a la setentena y el reloj pitó tiempo cuando apenas vislumbramos los cincuenta. Con el reto por superar, Kaiser propuso el cambio de juego elevando las cotas de freakismo hasta cifras nunca vistas. Lorenz tuvo serio problemas para entender el juego y decidió consagrarse a su Leika 2000, Jose patentó una nueva forma de gritar HIA y el camarero -¿qué seria de nuestras cenas sin un camarero borde y vacilón?- llamó al orden interrumpiendo nuestra serenata de surrealismo. Un contré para él.
La noche se ganó la etiqueta de grande de camino a Plataforma. La bolsa del amigo de Rai -¿cúantas birras caben en ella?, yo apuesto por 25- seguía tan llena como nuestras ganas de risa. Con el GPS activado, Raiko nos guió entre la oscuridad retando el sentido de orientación del gran Kaiser, hasta que éste se plantó y sentenció un "es per aquí" que nos fijó definitivamente en Plataforma.
Y allí colofón. Interminable espera en el guardarropía como previa a la catarata de canciones que llenó de homenajes el fin de fiesta. Brincau aguantó y su amago de fuga se quedó en susto para completar una de esas noches en las que se agradecen las fotos y las anécdotas para el recuerdo. Jose hizo amago de noche cubista, pero un sabio dribling evitó el nuevo descenso cubista poblando de canciones compartidas y de corrillos revividos el fin de fiesta. Faltó El Canto del Loco, como dijo Lorenz, pero estuvo todo lo demás... ABBA y Village People incluído. Imposible recordar el pleno de canciones -pequeñas lagunas pincelan esta crónica-, aunque nada comparado con la última visita a Plataforma, marcada por el mítico crater mental de casi siete horas de duración.
Colofón con The Music of my live y vuelta al metro con los siempre agradecidos abrazos de un Kaiser experto ya en cerrar la noche a lo grande.
Resumen de la noche
Lo Mejor: El reencuentro Steaua y la confirmación de que, por un motivo u otro, estas cenas acaban convirtiéndose siempre en noches inolvidables
Lo Peor: La resaca con la que estoy escribiendo la crónica y la ausencia de los cracks que faltaron a la cita
El Árbrito (o sea, el camarero): Mal. Interrumpió el reto de Hias y Contres de manera reiterada. Narcí tiene razón: això no es una biblioteca!
Previa. Cena extremeña -mucha cena, de hecho-. Medio centenar de canciones. Y entre medio risas, anécdotas, juegos extraños (Hia, Contré, Home!!) y una enorme dosis de complicidad que nos arrastró hasta cerca de las seis. Ese es el excelente balance de la última noche Steaua, primera de muchas del año y perfecto preludio para proyectos acomulados que pueblan de futuras machadas la cuenta atrás hacia el futuro.
La noche empezó con plantones masivos hacia el presi. Se había quedado a las siete, pero salvo Lorenz nadie apareció hasta el fin de la Happy Hour. Eso, unido a la ausencia de la Musa Flaherty, teñía de malos augurios la noche, despejados cuando las Amstel -esta vez le hicimos el salto a nuestra Estrella- empezaron a poblar nuestra mesa. Puesta al día de cotilleos, estreno de la nueva cámara de Cappa Lorenz -te echaremos de menos, vieja Leika- y debate sobre donde cenar. Pollo Rico perdió la votación por vez primera entre nosotros y buscamos Extremadura, puede que atraídos por el buen recuerdo que nos dejó el Centro Leonés en la cena de clase. La espera a Jose se amenizó con nuevas Amstel, más el bocata de Raiko, y su llegada trajo sin solución de continuidad la mayor carga de tapas que se recuerda. Vino potente y peleón para combatiar semejante ejército de fritangas y doble sesión de risas patrocinadas por Ser Lleida.
Cuando el ejército tapero de nuestro querido Hogar fue derrotado llegó el amigo de Rai, acompañado de una bolsa mágica de la que no paraban de salir Estrellas de manera inexplicable cual Doraemon cervecero.
El cartel de nuevos tiempos se fijó definitivamente cuando Chistu gritó completo, privándonos de nuestro habitual post-partido en compañia de su letal propietaria. Acogidos en nuestro nuevo refugio, nuevos juegos llenaron de risas las siguientes horas. El del del siete nos demostró nuestra desastrosa pericia numérica. Así, alcanzar 70 se convirtió en un hito imposible gracias, en parte, a mis permanentes boicots a la cifra mágica (nunca lo sabréis!). Lorenz cayó repetidamente en la trampa del 28, Vall·llo dirigía la desafinada orquestra que debía llevarnos a la setentena y el reloj pitó tiempo cuando apenas vislumbramos los cincuenta. Con el reto por superar, Kaiser propuso el cambio de juego elevando las cotas de freakismo hasta cifras nunca vistas. Lorenz tuvo serio problemas para entender el juego y decidió consagrarse a su Leika 2000, Jose patentó una nueva forma de gritar HIA y el camarero -¿qué seria de nuestras cenas sin un camarero borde y vacilón?- llamó al orden interrumpiendo nuestra serenata de surrealismo. Un contré para él.
La noche se ganó la etiqueta de grande de camino a Plataforma. La bolsa del amigo de Rai -¿cúantas birras caben en ella?, yo apuesto por 25- seguía tan llena como nuestras ganas de risa. Con el GPS activado, Raiko nos guió entre la oscuridad retando el sentido de orientación del gran Kaiser, hasta que éste se plantó y sentenció un "es per aquí" que nos fijó definitivamente en Plataforma.
Y allí colofón. Interminable espera en el guardarropía como previa a la catarata de canciones que llenó de homenajes el fin de fiesta. Brincau aguantó y su amago de fuga se quedó en susto para completar una de esas noches en las que se agradecen las fotos y las anécdotas para el recuerdo. Jose hizo amago de noche cubista, pero un sabio dribling evitó el nuevo descenso cubista poblando de canciones compartidas y de corrillos revividos el fin de fiesta. Faltó El Canto del Loco, como dijo Lorenz, pero estuvo todo lo demás... ABBA y Village People incluído. Imposible recordar el pleno de canciones -pequeñas lagunas pincelan esta crónica-, aunque nada comparado con la última visita a Plataforma, marcada por el mítico crater mental de casi siete horas de duración.
Colofón con The Music of my live y vuelta al metro con los siempre agradecidos abrazos de un Kaiser experto ya en cerrar la noche a lo grande.
Resumen de la noche
Lo Mejor: El reencuentro Steaua y la confirmación de que, por un motivo u otro, estas cenas acaban convirtiéndose siempre en noches inolvidables
Lo Peor: La resaca con la que estoy escribiendo la crónica y la ausencia de los cracks que faltaron a la cita
El Árbrito (o sea, el camarero): Mal. Interrumpió el reto de Hias y Contres de manera reiterada. Narcí tiene razón: això no es una biblioteca!

2 comentarios:
Jose! Como habrás comprobado he apuntado mal el título de la canción y la crónica se ha saltado a la totera el himno de la noche! Claro q con los chupitos de whisky tampoco estaba para mucha memoria!
Ooooh ooooh quina graaaan nit!!!
Lo millor, els jocs al bar aquell (ningú sap com es deia??). He d confessar q alguna vegada vaig sabotejar el joc al número 28, per fer-vos enfadar i riure una mica!!!
I q dir d Plataforma. Llàstima q no posessin res d'El canto del loco...
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